Cuando estaba en el colegio, solamente había una persona trans, un hombre trans. Estaba en el grado mayor que yo, pero tuve la suerte de tomar una clase de psicología con él. Sabía que existía, pero lo único que sabía de él era lo que decía la gente. Conocía su nombre muerto más que su nombre de verdad, pero cuando aprendí su nombre, el recuerdo rápidamente se desvaneció. Era tímido e incómodo, en esa etapa temprana cuando nadie sabe tu identidad, pero tú sabes internamente lo que vendrá en el futuro. No estaba bien en ese entonces, pero verlo en la clase, me dio la esperanza de un futuro. Mirando hacia atrás, creo que él podía ver que éramos similares, sólo que no había encontrado mi voz. Él tenía un caparazón duro que yo también pronto desarrollé, pero era amable conmigo. Él era el primero de muches mayores trans que me ayudaron a ver que cuando yo estuviera listo, habría mentores que me ayudarían a encontrarme a mí mismo. Salí del closet como adolescente porque sabía que si lo hiciera, estaría bien, como él. Sabía que las personas trans, especialmente los hombres, existían, y que si lo perdiera todo al revelar mi verdad, no estaría solo.